Filipenses puede guiar a la iglesia en relación con personas documentadas

Notícias da Igreja dos Irmãos
25 ° de março de 2017

Por Irvin Heishman

 

Filipenses es un buen recurso para la iglesia para consultar, ya que reflexiona sobre cómo responder a los indocumentados que viven en nuestro país. O escritor primário da carta, o apóstol Pablo, não era muito diferente de muitos mexicanos-americanos de hoy. Era un ciudadano, pero muchos de su pueblo no lo eran.

Como o julgamento da Judea que vive no estrangeiro, Pablo entende a experiência dos imigrantes. Su pueblo proviene de “poblaciones colonizadas y dispersas” (“Comentário Bíblico da Igreja dos Crentes: Filipenses” por Gorgan Zerbe, p.51). La ley romana hacía tan dificil obtener la ciudadanía que sólo el 10 por ciento de la población disfrutaba de seus benefícios (Zerbe, pág. 281).

Muchos miembros de las primeras iglesias eram esclavos no ciudadanos y “trabajadores indocumentados” pobres. Algunos sin embargo, especialmente em filipinos, foi criado com o poder social necessário para construir uma boa vida para os mismos dentro do império. Pablo desafiou a estos miembros no lugar de tener la mente de Cristo qué en “no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de sivo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestase como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2:6-8).

Pablo se identificou no con los ciudadanos, sino con los esclavos, honrando assim a humildade de aquellos en sus iglesias sin estatus. A carta se abre desta maneira: “Pablo y Timoteo, esclavos de Jesucristo” (Filipenses 1:1).

Los cristianos con ciudadanía debían declarar su estatus privilegiado “basura” (Filipenses 3:8). Pablo hizo esto pero tuvo que tener cuidado de usar palavras codificadas. Después de todo, era su ciudadanía romana la que “lo mantenía vivo por un hilo” (Zerbe, p.210). Declarando su ciudadanía romana “basura” habría sido suicida (Zerbe, p.210). Así que Pablo habló solo de sus credenciales de Judeanas cuando declarou: “Y todo lo que he obtenido, he venido a consider como pérdida por causa de Cristo” (Filipenses 3: 7).

Era difícil mudar a lealdade da cidade terrestre para a celestial como esta, não importando cuidados a serem declarados. Cristo era um político rival de César que se proclama digno de adoração nos templos e festivais romanos como “hijo de Dios, salvador del mundo” (Zerbe, p. 308).

Las leyes de ciudadanía en el reino de Cristo criou um tipo de comunidade marcadamente diferente de la de los imperios terrenales. Quando dejamos que las leyes del cielo determinen a quiénes damos la bienvenida y ofrezcamos refugio en nuestras iglesias, bien podemos nos encontrar em desacuerdo com as autoridades terrenales.

Não es el estado secular que merece nuestra lealtad final como cristianos. Un nuevo cuerpo político, la iglesia, se está formando com Jesús como Señor. Como Pablo dijo: “En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20). Este tema se recoge en Efesios que declara: “Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Esta buena noticia que tenemos que proclamar cuando invitamos a los documentados en la carne a unirse a la nueva comunidade política de Jesús, não podemos receber seus documentos de ciudadanía celestiales.

Seguindo os exemplos de Pablo y Jesús, os hermanos hoy deben humillarse por el bien de Cristo reclamando sua identidade como descendentes de la fe de los primeros hermanos que fueron inmigrantes a las colonias americanas. Como pueblo migrante, nosotros, los Hermanos, no debemos reclamados ningún estatus terrenal que nos clasifique como más merecedores de privilegios que cualquier otro. Não, nuestra misión es invitar a otros a venir y obtener la ciudadanía celestial con nosotros.

Así, como “irmãos” y hermanas, “siguen firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27).

Irvin Heishman é um ministro ordenado e pastor na Iglesia de los Hermanos, que anteriormente serviu como trabalhador missionário na República Dominicana. Lupita Hernandez Lozoya assistiu à tradução.

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