Una declaración de David A. Steele, secretario general de la Iglesia de los Hermanos
Este anuncio pascual es tanto el fundamento de nuestra fe como la fuente de nuestra esperanza. Mientras que para nosotros transforma nuestra manera de vivir en el mundo, el mundo encuentra la resurrección como una tontería. La resurrección contradice la experiencia y confunde la razón humana. Sin embargo, los cristianos proclaman la resurrección de Jesús de entre los muertos y la restauración de todas las cosas en Cristo. La resurrección prometida con Cristo es más que una idea; es una promesa revelada en la vida cotidiana.
La muerte acecha nuestra imaginación humana. Se normaliza por medio millón de muertes relacionadas con COVID-19 en Estados Unidos; a través de la pérdida de vidas como solicitantes de asilo y refugiados que buscan paz y seguridad; ya través de tiroteos masivos como los de Atlanta, Georgia, y Boulder, Colo. La muerte parece ser la única salida de la nada para las personas que se quitan la vida debido a luchas emocionales o mentales; al gobierno que decreta la pena de muerte en nombre de la justicia; a las mujeres que encuentran en el aborto la solución a sus realidades de salud, económicas y relacionales. Con demasiada frecuencia, la violencia ejercida contra los demás refleja suposiciones sobre a quién vale la pena afligir y a quién no, como se ve en el aumento de los crímenes de odio contra estadounidenses asiáticos, negros, indígenas y LGBTQ.
Sin embargo, los que siguen a Jesucristo son un pueblo resucitado. Nuestra salvación a través de Cristo no es un escape del dolor, la lucha o la muerte. Más bien, nuestra resurrección con Cristo transforma la forma en que vemos el mundo, vivimos en él y reimaginamos las posibilidades de vida y florecimiento. Como ha dicho el teólogo James Cone, en Jesús ganamos una imaginación que “nadie puede controlar”. Y como el apóstol Pablo cita a los profetas: “La muerte ha sido devorada en victoria. ¿Dónde, oh muerte, está tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1 Corintios 15:54b-55).
Que en este tiempo de Pascua reivindiquemos nuestra identidad como pueblo de la resurrección. Que la promesa de una vida nueva en Cristo sea más que doctrina y se convierta en una realidad vivida y encarnada en nuestras comunidades aquí y ahora.
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