Del editor | 12 de agosto de 2019

¿Qué podemos hacer?

A principios de agosto, me encontré con estas palabras del difunto Warren Groff:

“Enfrentamos desafíos sociales sin precedentes en la actualidad. La guerra continúa en Vietnam. La gente tiene hambre en un país que gasta millones para almacenar sus excedentes de alimentos. Estamos rodeados de las últimas comodidades. . . . Pero la misma tecnología que hace posible todo esto nos está alejando de la tierra; está asfixiando nuestros lagos y arroyos; está contaminando el mismo aire que respiramos. Las actitudes e instituciones racistas no solo ofenden nuestro sentido de la justicia y el juego limpio, sino que bloquean el surgimiento de las comunidades abiertas que requiere una sociedad tecnológica. La brecha entre las naciones desarrolladas y en desarrollo se hace más amplia. Las formas más antiguas de colonialismo son reemplazadas por nuevos patrones de imperialismo económico”.

Sustituya Vietnam por otro país, y las palabras de Groff de 1971 son dolorosamente precisas casi 50 años después. El racismo, el militarismo, la pobreza y el poder fueron las fallas debajo de los titulares entonces y todavía lo son ahora.

El párrafo de hoy podría verse así: Nuestros niños de hoy nunca han conocido un momento en el que Estados Unidos no estuviera en guerra. El cambio climático causa cada día más daños y sus efectos son más duros para los pobres. La brecha entre pobres y ricos es inmoralmente grande. Las personas que abarrotan nuestra frontera sur están huyendo de las condiciones creadas por nuestro propio país, como lo podemos ver cuando recordamos la historia de Centroamérica. Se ha vuelto más difícil negar que el racismo infecta todas las partes de nuestra sociedad.

Quizás las palabras de Groff me parecieron especialmente agudas porque las leí dos días después de El Paso y Dayton, dos ciudades más que se unieron a los hashtags abreviados de violencia armada. En lo que va de 2019, ha habido más tiroteos masivos en EE. UU. que días en el año. Casi todos los tiradores son jóvenes blancos. El odio se ha normalizado y hay más desencadenantes, literalmente, que personas. Los estadounidenses nos estamos disparando a nosotros mismos.

La nación está asentada sobre una línea de falla masiva creada por nosotros mismos; este inminente terremoto no es un acto de Dios. Los temblores y réplicas de nuestro suelo inestable son avisos de una sociedad en crisis.

¿Qué podemos hacer? Debemos hacer muchas cosas a la vez. Sí al pensar y orar. Sí a las verificaciones de antecedentes. Sí a la prohibición de armas de asalto y cargadores de gran capacidad. Sí a la reducción del número de armas. Sí al trato justo a los inmigrantes. Sí a la justicia racial. Sí a denunciar la supremacía blanca.

No a acostumbrarse a estas tragedias. Y sí, a vivir con valentía el camino de paz de Jesús.

Wendy McFadden es editor de Brethren Press and Communications para la Iglesia de los Hermanos.